Las ofertas del mundo son pasajeras, las de Dios son eternas.
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Los hechos vividos por Moisés son un oportuno ejemplo para esta afirmación, ya que el prefirió seguir el plan que Dios había previsto y hacer su voluntad, en lugar de permanecer temporalmente con los beneficios imperiales que el tenia a causa de ser considerado hijo de Faraones.
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