Muchas parejas cristianas sufren calladas, llevando una vida conyugal frustrada, a causa del desconocimiento o hasta por vergüenza de preguntar al liderazgo cristiano sobre el tema, que es considerado tabú, sin embargo es un conocimiento que se hace necesario otorgar, pues nos llevara a mejores hábitos en nuestras vidas. En esta línea, es menester reconocer que Dios otorga libertad únicamente a los conyugues para disfrutar plenamente su sexualidad, él está a favor del placer entre las parejas, y permite aderezar la relación para fines constructivos de una forma pura. Dicho esto se resalta que existen prácticas nocivas y degradantes, que más que todo se manifiestan cuando uno de los integrantes de la pareja busca un bienestar o placer individual. Así pues, se hace fundamental para los conyugues establecer las condiciones y fijar límites de manera conjunta para obtener un mayor disfrute, sin sentir culpas luego. Dejándose entonces la posibilidad de practicar abiertamente la sexualidad atendiendo a simples cuestiones, entre las cuales están:
+ Practicar la sexualidad exclusivamente entre los integrantes de la pareja.
+ Observar el mutuo acuerdo entre las actividades que van a llevarse a cabo.
+ Siempre buscar el bienestar común, es decir, el placer mutuo.
+ Aproveche plenamente el cuerpo de su pareja.
Teniendo presente lo anteriormente dicho, existen dos temas que requerimos abordar como son la práctica del sexo oral y anal, los cuales van a depender del acuerdo al que se haya llegado entre la pareja. Ahora debemos dejar claro los riesgos de enfermedad que se corren al ejecutar estas prácticas, sin embargo existen sus métodos de protección e higiene los cuales obligatoriamente deben ser tomados, pero la ejecución de las practicas antes mencionadas, se va a determinar por el mutuo acuerdo de los conyugues.
¿Qué puede aportar en este aspecto?