Isaías 6:1 “ En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo.”
Amados, que la paz del Señor este siempre con nosotros y seamos siempre bendecidos. Isaías se encontraba en revisión al lado de afuera del santuario, cerca del altar del holocausto, sorpresivamente las puertas del lugar se abrieron delante de él, y velo que esconde al santo del cielo le fue retirado, el profeta estaba asustado porque podía tener esa visión, encontrándose finalmente delante del trono de Dios, en el lugar santísimo del santuario celestial, ese santuario era superior al que Isaias conocía en la tierra, entonces el vio las nubes de incienso por el lugar, y escucho lo himnos celebrando la majestad de Dios. Al escuchar estos cantos el profeta miro aterrorizado al Señor de Señores sentado en el trono, de derecha a izquierda, estaban los ejércitos angelicales cantando los himnos de alabanza para contemplar la gloria de Dios. Isaías es profundamente constreñido por una conciencia de pecado, y el confeso ante Dios reconocer que era un hombre impuro, aunque ya fuese profeta y es así como debemos comportarnos delante de Dios, reconocer nuestros pecados, ser sinceros y sin reservas, la santidad de Dios debe contringirnos a la santificación.
Notemos que la confesión de Isaías tiene una consecuencia bastante positiva, porque el texto de hoy dice que él fue purificado, uno de los serafines lo tocó y lo declaró limpio, por tanto la humildad y el arrepentimiento generan santificación delante del Señor, por tanto debemos orar sinceramente reconociendo nuestras limitaciones y suplicando misericordia, Cristo en su trono por medio de su gracia estará siempre dispuesto a perdonarnos y a salvarnos, por eso en este día tengamos una visión del templo celestial, que podamos reconocer la grandeza de Dios y su santidad, que eso nos impresione llevándonos a la confesión y al arrepentimiento.
Oremos entonces del siguiente modo: Padre de amor, danos la misma visión que le diste a Isaías, permítenos reconocer tu grandeza y majestad para que nos lleve a presentarte nuestras limitaciones y suplicar misericordia, ante tu grandeza y santidad. Queremos cumplir siempre tu voluntad y convertirnos en siervos agradables a ti. Peticiones que te hacemos en nombre de Jesucristo tu hijo en nombre de quien todo lo concedes.
Amen.